miércoles, 5 de octubre de 2011

Pequeños apuntes sobre el liberalismo argentino. Parte 1.


Nuestra historia nos revela una sistemática repetición de hechos que requieren una renovación permanente de testigos de estos hechos. En general no podemos hablarle de las bondades del menemato a aquellos que lo vivieron, pero tal vez en unos años podamos empezar a esbozar algunos argumentos a favor frente a los desengañados del futuro. Los liberalismos económicos, salvo en el período antes mencionado, han debido asociarse necesariamente a fuerzas represoras para llevar adelante sus ideas políticas.
Cuando Lavalle, defensor del librecambio con los países imperiales, derroca al coronel Dorrego, defensor de la economía de estado en beneficio de los que poseían sus tierras aquí y de los humildes y desposeídos de esa época ( diciembre de 1828 ), no se si a sabiendas o no, inicia el fin de la oportunidad de una patria grande y como mínimo mas justa.
Cada golpe militar en nuestro país, invocando la patria, el orden, las instituciones y demás etcétera de palabras grandilocuentes, ha traído de la mano la desgracia económica para los sectores medios y populares.
A la asonada militar contra Dorrego, sumemos las de Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia e Isabel, todos quebrantamientos democráticos precedidos de cataratas de palabras patrióticas pero en los hechos vacías de contenido ( no tengo en cuenta el golpe del 43 a Ramón Castillo por ser éste heredero de la década infame originada en el golpe del 30). Estos golpes tuvieron el sólo fin de implementar políticas económicas de transferencia de riquezas de los trabajadores a los empresarios locales e inversores extranjeros. Los militares, salvo Perón que fue elegido por el pueblo, ya sea por ignorancia, incapacidad o connivencia, siempre han estado del lado de los que más tienen, nunca del lado del pueblo.
Y cuando los golpistas se han peleado entre ellos, azules y colorados por ejemplo, siempre fue para dirimir quién representaba mejor los intereses de la oligarquía, tanto autóctona como exótica; con nosotros mirando desde afuera y sólo sufriendo sus decisiones.
Es verdad que no son tiempos de dictadores, pero no dejemos de observar que la dialéctica es la misma y como en el caso del traidor del pueblo ( Menem), o el del timorato de la duda, pueden ser civiles elegidos por nosotros mismos los que reviertan este proyecto actual de inclusión y nos hundan nuevamente en la desesperanza.
Estemos atentos y actuemos con responsabilidad, que el árbol no nos tape el bosque.

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