martes, 11 de octubre de 2011

Opositores de la oposición


Se ha repetido hasta el cansancio, no sólo después de las elecciones primarias sino desde que empezó a entreverse el actual apoyo al gobierno, que la oposición no hizo bien los deberes. Que no supo sostener el caudal de votos del 2009, que no realizó buenas políticas de alianza, que no concentró su fuerza en un candidato sino que se diversificó demasiado. Los columnistas del Gran Diario y La La La Nación marcaron errores y defectos varios, día a día. En contrapartida, De Narváez nos asegura desde su nuevo spot de campaña que "ya entendió" el mensaje de la ciudadanía. Por supuesto que evita puntualizar qué dice, a su entender, el jeroglífico descifrado, a sabiendas de que, como un adolescente que quiere evitar las repreguntas del profesor, su "comprensión"es una salida de emergencia.
¿Se pueden atribuir 50% de los votos a los errores de un puñado de candidatos desorientados? Creo que hay un error fundamental de la oposición, que consiste en ser oposición a un gobierno en el que mucha gente se siente representada: porque le brindó una oportunidad de promoción económica y social a una sociedad que se sentía marginal, local e internacionalmente. Ha sido un gobierno multiinclusivo, que escucha la voz de las minorías sociales, de los perdedores de los 90 (y de la historia argentina), de los desarrollistas que impulsan el impulso tecnológico. Muchos argentinos fueron, algunos por primera vez, tomados en cuenta.
¿Entonces por qué hacemos eje de la discusión a la falta de talento de la oposición? Aventuro una hipótesis. Existe en este voto oficialista, un afluente electoral que siempre fue oposición. Evidentemente no hablo del voto tradicional peronista. Hay todo un sector de la población que se identificó con un reclamo histórico, económico y de reconocimiento de ciertas igualdades, que siempre se identificaron como opositores. A este sector, le cuesta votar oficialismo. Ellos se dicen, en el más oficialista de los casos, opositores de la oposición. En el 2009 hablé con muchos de ellos. Votaban a Solanas o a Sabbattella, son tipos exquisitos, ateos a quienes la liturgia peronista les causa urticaria. Aman al pueblo, pero les cuesta acostumbrarse al sudor popular. Me consta que muchos ahora votaron a Cristina con un broche en la nariz. Pero estoy convencido de que el próximo 23, al ritmo de tambores y al brillo de los cuerpos fervorosos, liberarán sus fosas nasales y se convencerán de que el pueblo no huele tan mal como la bronca ácida de los que sólo saben oponerse.

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