sábado, 8 de octubre de 2011

Renunciamiento histriónico


La idea del renunciamiento histórico remite al balcón y a Eva sosteniendo su humanidad de su discurso y el abrazo, no el del teniente coronel, sino el del pueblo, un océano de amor incomprensible. Corto y apasionado, trágico y conmovedor, como los grandes amores de la historia, con el inevitable atravesamiento de montescos y capuletos, aún hoy irreconciliables.
Pero no me refiero a la historia profunda de la Argentina, sino a la mucho más cercana, surgida de las elecciones primarias del 14 de agosto. Dos de los candidatos presidenciales, nos regalaron un gesto maravilloso. Carrió y Alfonsín, dejando de lado ambiciones personales, nos dicen que a ellos no los votemos si no queremos (es evidente que no queremos), pero los muchachos que se candidatean para diputados o concejales, son tipos piolas que vienen trabajando contra viento y marea (acaso éstos sean los sobrenombres de estos dos presidenciables) y se merecen un voto, casi como una limosna al paso. Había visto (y veo) muchas veces: votos extorsivos, compra de voluntades, engaños, estafas grandes y pequeñas, mentiras y voto-crédito. Pero la mendicidad del voto, el candidato expuesto como un desheredado que ha sido vapuleado por una realidad que no puede manejar y condiciones que le fueron impuestas, para el que se pide "un votito, por favor" me era desconocida hasta ahora.
El sistema electoral nos deja muchas cosas para pensar en cuanto a su funcionamiento. Para bien o mal. Algo positivo que ha permitido entrever es el nivel de fragilidad de las alianzas electorales. Debiera decir nivel de irresponsabilidad para ser más precisos. Como en cualquier caso, la victoria esconde las diferencias bajo la alfombra y hoy nos es brutalmente visible una política de alianzas tan endeble como poco exitosa. Los líderes de estos sectores son discursivamente representativos de las propias contradicciones internas, aún cuando quieran convencernos de que lo mejor estaba en las bases.

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