jueves, 1 de septiembre de 2011

"Recoger los pedazos con cuidado..."


Estos días han sido tristes. Con la tristeza profunda que sólo consigue la esperanza. Una sociedad, casi en totalidad, recorrió los medios para informarse sobre la suerte de Candela. Sobre el temor, sobre la urgencia se montan, y es lógico, el rumor, la paranoia, las enemistades y hasta el desinterés, como método de defensa.
Cuando el final, previsible claro, fue el hallazgo del cuerpo; por las redes sociales y los medios se desató una catarsis social que puede ser dolorosa, acertada o no, pero siempre auténtica. Me refiero a la respuesta de la gente común, que no cuenta votos ni billetes al final del día.
Pero más allá de los intereses particulares o no, de los amagues y desocultamientos, a la sociedad algo se le rompió adentro. Y nuestras posturas ideológicas, nuestro ordenamiento de la realidad, sufre el desbande propio de las catástrofes. Los dedos agarrotados de la mano dura nos acusan a quienes concebimos la justicia de otra manera y nosotros, los garantistas de los derechos intentamos defendernos, aunque no sabemos de qué ni de quiénes. (Nota: "mano dura" y "garantistas de los derechos" son categorizaciones con muy poco sentido, y menos en un marco de atravesamiento emocional tan desgarrador).
Es evidente entonces, que quienes buscamos justicia, unos y otros, nos empezamos a atacar, quizá por no saber, a ciencia cierta, en qué lugar se encuentra nuestro enemigo. Hay, entre dos polos muy contradictorios, una diferencia ideológica insalvable y no es mi intención apelar a uniones quiméricas en defensa del bien común. La totalidad superadora no es un puerto al que pueda arribarse sin conflictos. Y tales conflictos podrían desangrar las heridas, ahora en carne viva, si nos obstináramos en recrudecer las contradicciones en este momento.
Resolver esta paradoja, de lograr resultados concretos en la seguridad de la población sin abandonar el posicionamiento ideológico y, sin embargo, sin extremar las antítesis, resulta un desafío social que valdrá la pena enfrentar con respeto y, si se me permite, mucha humildad.
En medio del desamparo en que quedamos todos, accedí a estos versos de Robert Aitken, que son votos de naturaleza budista, uno de los cuales impactó en mi alma golpeada:

Cuando algo se rompe mientras trabajo
hago votos con todos los seres
de usar la energía que brota de la pena
y recoger los pedazos con cuidado

Pude sentir, en su lectura, que una sociedad abocada a la esperanza, fue atacada en su dolor más íntimo. Que la pena nos brinda una posibilidad que va a diluirse inevitablemente, por lo que esta energía de trabajar, exigir y dar es aprovechable ahora. Y que los pedazos angulosos, romos o afilados en los que se fragmentó esa esperanza individual que éramos, necesita el trato compasivo de cada uno de nuestros corazones. Un trozo en punta puede cortarnos ahora, pero formó parte de esa unidad que fuimos, esa completud visible y concreta, en el sueño de un final feliz que no tuvimos.

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