Enrique Santos Discépolo: ¿Dónde estaba Dios cuando no estaba Perón?
Hace un par de años (soy un hombre históricamente
desinformado) me enteraba de la existencia de Mordisquito, personaje de radio al que le
monologaba un enfervorizado Enrique Santos Discépolo, las bondades del primer peronismo.
Lo primero que pensé al escucharlo fue: “el antecesor de 678”. Y no estaba mal
la comparación, porque el protagonista se dedicaba a destrozar los argumentos
de los contreras. “¿Por qué hablás si no sabés? ¡Entristece pensarlo! Claro, a vos vino
uno y te dijo que ayer mataron a treinta. ¿Dónde están los que mataron? ¿Fuiste
al entierro? ¿Tomaste café en el velorio? No, vos no viste nada, vos no sabés
nada, pero como alguien te lo dijo, vos lo repetís, y ¿quién se lo dijo a ese
alguien? ¿Quién? Ahora me explico: será el mismo que anunció, por ejemplo, que
Fulano y Mengano estaban presos. Y entonces, vos venís y me decís, siempre
agachado, siempre haciéndote el misterioso: «¡Shhh… la cosa está brava! ¡Los metieron
presos a Fulano y Zutano!» Y si te digo que anoche lo vi a Fulano con una rubia
y que hoy almorcé casualmente con Mengano, vos me mirás con una lástima
tremenda y me decís que es un truco. ¿Cómo un truco? ¿A mi me la vas a contar?
¡Yo estuve con Mengano! ¿Cómo que no? ¿Entonces, quién era? ¿Boris Karloff
caracterizado?”
Seis alfonsinistas, a las siete, ninguno morocho
El peronismo supo inventar a Mordisquito y a 678. Productos
efectivos por su humor y la utilización de la razón y la argumentación a fines
de determinados logros. ¿El radicalismo no tuvo adalides mediáticos? Por
supuesto que sí: el programa cultural La
cigarra, Mario Monteverde y sus bueyes
perdidos o las interpelaciones de
Hugo Gambini. Todos programas olvidables. ¿Cuál es el pecado entonces? Ser
efectivo. Coti Nosiglia fue el encargado de montar el blindaje mediático
durante la presidencia de Alfonsín. Pero ni los anteojos de Monteverde ni la
cara de Gambini (acaso más recordado por su paso por la mesa de Sofovich)
lograron el efecto deseado. Tampoco el lanzamiento de Tiempo Argentino, diario
regido por la Coordinadora del Coti, del cual compré un ejemplar el día de la final
del 86 por el simple motivo de ser el único que no había vendido el
canillita.
Jugale al cincuenta y cuatro
Pero el objetivo mediático militante se ha logrado con
creces. El gobierno puede estar orgulloso de su estrategia, quienquiera que la
haya pensado. Lo que me parece es que algunas herramientas ya no son necesarias
o deben mutar para serlo. ¿A quiénes pretende hablarle hoy 678? Si al 54 % de
votantes afirmativos, entonces debe ir más allá de justificaciones
coyunturales. Mostrar dramáticamente la represión en Valencia y cuidar entre
algodones (demasiados) a la gobernadora de Catamarca, por imágenes del mismo
tenor es subestimar a un teleelectorado que ha sabido diferenciar mentira de
verdad, comer la fruta del conocimiento a pesar de la furia de Dios-Clarín.
Pero si la idea es seguir creyendo que los opositores son gente desinformada, a
la que se convencerá mostrándoles la realidad, olvídense. Ese 46 no-positivo es
irremediable. Por razones que desconocemos, o sin ellas, ese segmento será
inmune a cualquier revelación que le presentemos.
No dividamos hacia adentro entonces. Permitámonos seguir
pensando y debatiendo. Sin tabúes, con argumentos y, si es necesario, sin 678.
El 23 de octubre salió el 54, la vaca. Por ese número… más, por
esa gente hay que seguir avanzando. No por los negocios locales de un grupo de
dirigentes. Si no, nos transformamos en el 46.
El cuarenta y seis en la quiniela es el "té de Ceylán"
Hablando de vacas, cierro con Mordisquito: “¿A
quién le llevás la contra? Antes no te importaba nada y ahora te importa todo.
Y protestás. ¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán! Eso es tremendo.
Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la
nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta.”
Pongámonos al hombro la vaca, entonces. El 54.
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